La diversidad de cultivos y los esfuerzos de las mujeres rurales brindan una mejor alimentación a América Latina
A medida que las mujeres usan variedades mejoradas para generar productos de valor agregado, emergen cadenas de valor autosuficientes
América Latina está comprometida con un esfuerzo renovado para acabar con el hambre y la malnutrición, el cual es liderado por mujeres. Este esfuerzo comienza con la enorme y fascinante diversidad de los cultivos que impulsan la agricultura latinoamericana, y es aquí, en la agricultura, donde las mujeres desempeñan el primer papel crítico. Cuando los hombres emigran a las ciudades o a otros países en busca de trabajo, son principalmente las mujeres las que se quedan para atender las parcelas agrícolas, generando así alimentos e ingresos para millones de hogares rurales.
Para atender la parcela agrícola se deben hacer malabares. Los agricultores deben responder a preguntas como las siguientes: ¿qué cultivo se puede sembrar?, ¿cuál se venderá en el mercado? y ¿cuál producirá una cosecha confiable en un clima poco confiable? Cuanta mayor sea la diversidad de cultivos y variedades útiles que tienen a su disposición mayor la cantidad de respuestas que pueden brindar.
Cuando los hombres emigran a las ciudades o a otros países en busca de trabajo, son principalmente las mujeres las que se quedan para atender las parcelas agrícolas, generando así alimentos e ingresos para millones de hogares rurales.
Si un campo es demasiado seco, si está situado a gran altura en las montañas o si su contenido de nutrientes es muy pobre para un tipo de maíz, en él podría cosecharse otro tipo de maíz u otro cultivo (por cierto, son las mujeres las que frecuentemente deben conformarse con campos que presentan tales dificultades). La siembra de frijoles a menudo es beneficiosa para el suelo, pero también conlleva la toma de diversas decisiones, pues algunas variedades de frijol sobreviven a enfermedades que diezman a otras, se cocinan más rápidamente que otras o poseen un contenido de nutrientes mayor que el de otras.
En este sentido, la conservación y uso de la diversidad no solo es una solución que conduce a una mejor agricultura, sino que constituye una caja de herramientas llena de soluciones para los agricultores. En América Latina, la malnutrición es un creciente desafío que puede enfrentarse con las soluciones que contiene esa caja de herramientas.
Con tantas preguntas para responder, las mujeres y los hombres que toman decisiones agrícolas rara vez pueden pensar primero en el contenido de vitaminas y minerales de lo que siembran, comen y venden. Sin embargo, en toda América Latina, las deficiencias de zinc y hierro en particular, se suman a un problema enorme. Representan un “hambre oculta” que debilita el sistema inmunitario y causa serios problemas de salud, como anemia, ceguera, retraso en el crecimiento, dificultades de aprendizaje e incluso la muerte prematura. Si bien el hambre puede no ser tan grave en esa región como en otras partes del mundo, actualmente aumenta en todo el continente, donde la malnutrición sigue siendo una amenaza constante1.
En Guatemala, alrededor del 47 % de los niños menores de cinco años tiene retraso en el crecimiento y el 17 % sufre de desnutrición crónica, una cifra que llega al 53 % en las áreas rurales y al 66 % en las comunidades indígenas2. En Colombia, uno de cada cuatro niños menores de un año sufre de deficiencia de hierro, y el 27 % de los niños y niñas de entre 6 y 59 meses son anémicos. El continente también enfrenta una epidemia de obesidad como consecuencia de las malas dietas: alrededor del 7 % de los niños, un tercio de los adolescentes y más de la mitad de los adultos tienen sobrepeso o son obesos3.
Las desventajas de por vida de estos problemas atrapan a familias enteras en ciclos de pobreza, salud deficiente y posibilidades disminuidas para el futuro. Pero estos ciclos se pueden romper. La nutrición es un primer paso para ello, y algunas de las respuestas están en manos de los agricultores, gracias a las ingeniosas aplicaciones de la diversidad de cultivos.
Biofortificación de la dieta latinoamericana
Para combatir el hambre y la malnutrición, América Latina necesita desesperadamente un suministro confiable de alimentos nutritivos. Asimismo, la diversidad de los cultivos alimentarios del mundo ofrece las herramientas necesarias para lograr ese objetivo. Una de las estrategias prácticas y rentables para aprovechar la diversidad es la biofortificación: aumentar la densidad de vitaminas y minerales en un cultivo mediante el fitomejoramiento convencional, de manera que el consumo regular de un cultivo en un país o región genere mejoras constantes en el estado nutricional.
Al igual que muchos esfuerzos de fitomejoramiento, el proceso de biofortificación comienza con la diversidad de cultivos que contienen los bancos de genes. Estos conservan la diversidad de cultivos de todo el mundo, creada a lo largo de miles de años mediante procesos de adaptación e innovación realizados por innumerables agricultores, y la ponen a disposición de los obtentores para que la estudien, prueben y utilicen en el desarrollo de nuevas variedades. El Crop Trust trabaja con bancos de genes para conservar este material a largo plazo, con el fin de ponerlo a disposición para formar la base de la seguridad alimentaria, la adaptabilidad agrícola y la nutrición del mañana.
La biofortificación mediante el fitomejoramiento ha sido probada en el campo, en gran parte gracias al trabajo de HarvestPlus. Esta iniciativa ha estado desarrollando y ampliando cultivos biofortificados de alimentos básicos que proporcionan mayores cantidades de vitamina A, zinc y hierro, los tres micronutrientes de que más carecen las dietas en todo el mundo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Como parte del Programa de Investigación del CGIAR sobre Agricultura para la Nutrición y la Salud, los fitomejoradores utilizan el material genético disponible en los bancos de germoplasma del CGIAR y aplican técnicas convencionales de fitomejoramiento y tecnología moderna para desarrollar variedades de cultivos nutritivos y de alto rendimiento que se adaptan a las necesidades y preferencias de los agricultores, incluidas las mujeres rurales, que son de vital importancia.
Hasta el momento, unos 29 cultivos biofortificados se han entregado a socios nacionales: cinco variedades de yuca en Brasil y Nicaragua; siete variedades de camote en Brasil, Panamá, Guatemala y Haití; 15 variedades de frijol en Brasil, Colombia, Guatemala, Nicaragua, Honduras, El Salvador y Panamá; y dos variedades de maíz en Honduras, Nicaragua, Colombia y Brasil. Para ilustrar el impacto nutricional de estas variedades, una variedad de frijol liberada en Guatemala contiene 84 % más de hierro que las variedades convencionales.
Vitaminas y minerales hoy, diversidad para siempre
La biofortificación es un proceso que solo se puede lograr si se piensa en la diversidad de los cultivos como un bien compartido en el ámbito global; además, si desaparece demasiada diversidad, no será posible llevarlo a cabo. Desafortunadamente, eso es lo que está sucediendo: poco apreciada y olvidada por el ritmo de los cambios, todos los días la diversidad desaparece en los campos de los agricultores y en la naturaleza. El papel del Crop Trust es asegurar que la diversidad persista para siempre en colecciones en que los fitomejoradores la puedan encontrar.
De hecho, ello constituye el núcleo de nuestra misión. Es por eso que la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el CGIAR crearon el Crop Trust en 2004. Desde entonces, hemos ido acumulando un fondo que permitirá dotar financiamiento a largo plazo a bancos de genes prioritarios en todo el mundo y lograr que la diversidad de los cultivos tenga un futuro absolutamente seguro. Tenemos la responsabilidad de supervisar y brindar financiamiento a bancos de genes que en conjunto representan la mayor colección de agrobiodiversidad del mundo.
Cuando se utiliza el bien público mundial de la diversidad de los cultivos, no solo se dan avances en la nutrición. La caja de herramientas de la diversidad también está llena de rasgos que les permiten a los agricultores y sus cultivos responder a los problemas ambientales. El Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), ubicado en México, ha desarrollado variedades de maíz que sobreviven a sequías excepcionales; en Colombia, el Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) ha producido plantas de frijol más tolerantes al calor; y el Centro Internacional de la Papa (CIP), con sede en Perú, está trabajando en la adaptación de las variedades tradicionales de papa para que resistan el tizón tardío, una enfermedad que, a medida que aumentan las temperaturas, se propaga a terrenos ubicados a mayor altitud. Todas estas son formas de adaptar la producción de alimentos al cambio climático. Y ninguna de estas opciones hubiera sido posible sin hacer una revisión detallada de los bancos de genes para encontrar los rasgos críticos.
También trabajamos con bancos de genes nacionales en América Latina, que poseen una sorprendente diversidad de genes de especies propias de esta región de origen de muchos de los alimentos más importantes de la humanidad. Hemos trabajado con el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) para hospedar y capacitar gerentes de bancos de genes de toda la región, y ha sido maravilloso reunir a tantas personas e instituciones dedicadas a ese campo. También ha sido maravilloso formar parte del proceso de capacitación de las generaciones actuales y futuras de científicos en la recopilación, conservación y uso de la diversidad de cultivos.
De igual manera, estamos financiando los esfuerzos que muchos países, tales como Brasil, Costa Rica, Ecuador y Perú, dirigen a la recolección de germoplasma, al tiempo que nuestros socios nacionales buscan en regiones remotas los parientes silvestres de cultivos como la papa, la batata y el frijol. Algunos socios, como el Instituto de Investigaciones Agrícolas de Chile (INIA) y el Zamorano en Honduras, también participan en los esfuerzos mundiales que se realizan antes de la reproducción para cruzar parientes silvestres con cultivos domesticados y hacer que sus rasgos especiales sean útiles para los fitomejoradores. Dichos esfuerzos han resultado en cultivos más resistentes, más resilientes y más tolerantes a la sequía, la salinidad, las inundaciones, el calor, las heladas ... a cualquier amenaza que pueda traer el futuro.
De los bancos de genes a los cultivos y a las mujeres que los siembran
Hay un largo camino entre el banco de genes y la parcela familiar, y los conservacionistas de cultivos no siempre pueden ver los cambios que su trabajo posibilita. Por lo tanto, causa gran alegría cuando la diversidad de un banco de germoplasma genera un impacto inmediato en la vida de los agricultores, tal como se ha logrado mediante la biofortificación.
Muchos de estos agricultores han compartido sus historias. Valdileia de Moura, una campesina de 21 años de Piauí, un estado semiárido y propenso a la sequía ubicado en el noreste de Brasil, adoptó frijoles biofortificados e irrigación por goteo, gracias a lo cual el rendimiento de sus cultivos aumentaron sustancialmente, a pesar de las condiciones adversas con las que deber lidiar.
Hay un largo camino entre el banco de genes y la parcela familiar, y los conservacionistas de cultivos no siempre pueden ver los cambios que su trabajo posibilita.
Olivia Chunj Mijcohc, una agricultora de 50 años del distrito de Totonicapán en Guatemala, adoptó una variedad de frijol rica en hierro y de mayor rendimiento (ICTA SuperchivaACM), cuya cocción toma mucho menos tiempo. En años recientes, Olivia ha podido alimentar bien a su familia y vender productos excedentes en el mercado local, lo que se ha constituido en una fuente adicional de ingresos.
Francisca Chun Tayun, quien reside en San Bartolo, también en Guatemala, cultiva la misma variedad. Motivada por los beneficios para la salud de sus hijos pequeños, también logró mayores rendimientos y pudo guardar semillas para los años siguientes. Su entusiasmo por el frijol rico en hierro la ha llevado a promover el cultivo de esa variedad entre otros agricultores.
Las mujeres agricultoras han sido parte integral de este éxito, así como lo son de la agricultura. Desde el comienzo de la iniciativa HarvestPlus, han brindado orientación sobre los rasgos que se prefieren en los cultivos, haciendo hincapié, por ejemplo, en la necesidad de variedades que se cocinen rápidamente o que tengan piel brillante que permita atraer a los compradores en los mercados locales. La diversidad de los cultivos permitió a los fitomejoradores desarrollar variedades nutricionalmente superiores que también satisfacían estas necesidades.
Ahora que los cultivos biofortificados están listos, personas designadas como “campeones”, a menudo agricultoras pioneras en el cultivo de diversas variedades, se han convertido en sus embajadores y promueven sus beneficios entre los agricultores y comunidades vecinas. Esta interacción estratégica de agricultor a agricultor ha sido uno de los aspectos más gratificantes de la iniciativa. A medida que las mujeres usan variedades mejoradas para generar productos de valor agregado, han ido emergiendo cadenas de valor autosuficientes.
Una cantidad creciente de jóvenes científicas trabaja en la iniciativa, quienes llegarán a ocupar puestos de liderazgo en investigación agrícola a medida que la generación anterior de investigadores se retire durante los próximos años.
Por otra parte, una cantidad creciente de jóvenes científicas trabaja en la iniciativa, quienes llegarán a ocupar puestos de liderazgo en investigación agrícola a medida que la generación anterior de investigadores se retire durante los próximos años. Es emocionante ver avances que podrían reorientar la investigación en toda la región, haciéndola más sensible al género y receptiva a los intereses y necesidades de las mujeres agricultoras.
Las posibilidades futuras de la investigación agrícola en América Latina, basadas en su rica agrobiodiversidad y en la participación activa de los agricultores, son realmente emocionantes. Y ese sentimiento de emoción se refuerza al ver los logros ya alcanzados, que se resumen en el desarrollo y fortalecimiento de un sistema alimentario que vincula eficazmente los bancos internacionales de genes y las ciencias avanzadas de los cultivos con las prioridades de los agricultores y con las necesidades nutricionales de toda la gente.
Creemos que un mayor grado de inversión e investigación sobre el potencial de la biofortificación puede aportar alimento y esperanza a hasta 1000 millones de personas en 2030. Pero para ello primero se deben reconocer dos verdades básicas: la diversidad de cultivos es esencial para enfrentar los desafíos del sistema alimentario mundial y las mujeres —como agricultoras, científicas y tomadoras de decisiones— son esenciales para que la diversidad de cultivos genere beneficios para todos.
1 FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, Italia); FIDA (Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola, Italia); UNICEF (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, Estados Unidos de América); PMA (Programa Mundial de Alimentos, Italia); OMS (Organización Mundial de la Salud, Suiza). 2017. El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2017: fomentando la resiliencia en aras de la paz y la seguridad alimentaria. Roma, Italia, FAO.
2 MSPAS (Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social, Guatemala); INE (Instituto Nacional de Estadística, Guatemala); ICF International. 2017. VI Encuesta Nacional de Salud Materno Infantil 2014-2015. Guatemala, Ciudad de Guatemala.
3 FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, Italia); OPS (Organización Panamericana de la Salud, Estados Unidos de América). 2017. Panorama de la seguridad alimentaria y nutricional en América Latina y el Caribe. Roma, Italia, FAO.