Sección 2

Datos que gritan la realidad

Del conocimiento a la acción: Apoyo a la mujer en la agricultura de América Latina

Es importante conocer sus diferentes necesidades para crear iniciativas exitosas de desarrollo sostenible

Diversas publicaciones describen los importantes roles de las mujeres en la agricultura, tanto en su hogar y comunidad como nacional e internacionalmente. Ellas participan en todas las etapas de la producción de alimentos, desde la cosecha hasta la venta; guardan semillas y narran cuentos, por lo que con el tiempo apoyan la seguridad alimentaria de la comunidad. Migran a las zonas agrícolas para desempeñar trabajos de temporada en las fincas, dentro y fuera de sus comunidades de origen, contribuyendo aún más a producir los alimentos destinados a los mercados nacionales e internacionales.

Pese a la clara relevancia de la mujer en la agricultura y la seguridad alimentaria, aún quedan tres problemas por abordar. Primero, los conocimientos y las destrezas de muchas mujeres se siguen informando y representando de manera insuficiente. Segundo, sus necesidades y desafíos particulares no siempre se consideran adecuadamente en la investigación y las intervenciones agrícolas. Tercero, a pesar de poseer los conocimientos que necesitamos para apoyar mejor los objetivos de desarrollo de las mujeres, muchos programas carecen de hojas de ruta claras para la adopción de medidas.

El objetivo del presente artículo es contribuir a resolver los tres problemas antes mencionados: 1) representando los conocimientos y las destrezas de las mujeres, 2) discutiendo los desafíos peculiares que enfrentan las mujeres y 3) brindando directrices para respaldar mejor a las mujeres en las intervenciones agrícolas. Este artículo se organiza de la siguiente forma: en la primera y la segunda secciones, hacemos una reseña de las mujeres, la seguridad alimentaria y la agricultura, focalizándonos en sus conocimientos, destrezas y desafíos singulares; recurrimos a casos y ejemplos de América Latina, así como a experiencias de investigadores en Costa Rica. En la tercera sección ofrecemos una hoja de ruta para apoyar mejor a las mujeres en este campo.

I. La mujer y la agricultura en América Latina

Ellas suelen ser quienes guardan las semillas y mantienen y cuidan los huertos caseros.

Almacenamiento de semillas y mantenimiento de huertos caseros. Las prácticas de guardar semillas y mantener huertos caseros siguen siendo esenciales para conservar la agrobiodiversidad, el valor cultural y la seguridad alimentaria (Galluzzi et al. 2010, Phillips 2013). Históricamente, las responsabilidades del hogar, incluido el mantenimiento del terreno alrededor de la casa, recaen en las mujeres. Por consiguiente, ellas suelen ser quienes guardan las semillas y mantienen y cuidan los huertos caseros. En 39 estudios de casos de América Latina, Howard (2006) descubrió que son las mujeres las que más comúnmente manejan estos huertos. En San Ignacio, ubicado en el noroeste de México, Buechler (2016) documentó que muchas mujeres realizan aportes a la economía del hogar por medio de sus huertos caseros y utilizan su singular cúmulo de conocimientos en la elaboración de las estrategias de adaptación requeridas para mantener la producción. La investigadora Mariana Rodríguez contó que las mujeres bribri de Yorkin, Costa Rica, constantemente intercambian semillas y alimentos con sus vecinas y que, en contraste con los hombres, tienden a mantener en sus fincas varias plantas y animales comestibles, mientras que muchos hombres se concentran principalmente en producir cultivos comerciales (comunicación personal).

Adaptación al clima. Los drásticos efectos del cambio climático en la agricultura han exigido a muchas comunidades agrícolas adaptarse para alcanzar la seguridad alimentaria y económica. Estas estrategias han dependido fuertemente de los claros conocimientos y experiencias de las mujeres, quienes han proporcionado estrategias únicas e innovadoras de adaptación. En el norte de Guanajuato, México, Bee (2014) describió cómo ellas utilizan cultivos resilientes al clima para enfrentar los desafíos del cambio climático y cómo transmiten este conocimiento a sus hijas. Además, dos grupos organizados de mujeres rurales de Chiapas, México, realizan intercambios de sus conocimientos técnicos con el fin de incrementar la agrobiodiversidad para adaptarse a un clima cambiante (Lookabaugh 2017). En las comunidades quechuas rurales de los Andes peruanos, las mujeres desempeñan un papel decisivo en el cultivo de distintas variedades de papas para adaptarse al clima (Walshe y Argumedo 2016).

Trabajadoras migrantes. En toda América Latina numerosos sectores agrícolas dependen de gran manera del trabajo realizado por mujeres migrantes. Lee (2010) relata las experiencias de las mujeres nicaragüenses migrantes que trabajan en el sector agrícola de Costa Rica, primordialmente en las industrias de yuca y piña. Debido a que muchas son indocumentadas, el único trabajo agrícola disponible para ellas es el que no quieren realizar los ciudadanos o los migrantes documentados que tienen acceso a un trabajo mejor pagado y menos intensivo. Las considerables contribuciones de las mujeres migrantes a la seguridad alimentaria mundial suelen estar unidas a las injusticias que enfrentan debido a su condición legal y/o género. En México, Fleury (2016) destaca la tendencia de registrar en la planilla a las mujeres migrantes como ayudantes agrícolas de sus homólogos varones, lo que redunda en una menor paga, aunque el trabajo a menudo sea igual que el de los hombres.

Liderazgo en la justicia alimentaria. Las mujeres dirigen sindicatos, cooperativas y grupos campesinos de defensa de la justicia alimentaria en toda América Latina. Las cooperativas de mujeres abogan por la agroecología, la agricultura que apoya la diversificación, la nutrición familiar y el bienestar social y ambiental (p. ej., Calmañana en Uruguay; Oliver 2016). El fuerte protagonismo femenino dentro de La Vía Campesina, un movimiento campesino transnacional, ha sido importante para crear programas y políticas que apoyan la soberanía alimentaria, desde el ámbito local hasta el de las Naciones Unidas (Desmarais 2003). En Brasil, las mujeres han encabezado un movimiento clave ambiental, de derechos humanos y justicia alimentaria llamado Marcha das Margaridas; por medio de sus marchas han alcanzado logros importantes concernientes a la participación de la mujer en la reforma agrícola, los derechos laborales y la violencia contra la mujer (Marcha das Margaridas 2018).

Cooperación de mujeres y hombres, roles cambiantes y diferencias entre las mujeres. La reseña anterior, que presenta ejemplos seleccionados de América Latina, ilustra que las mujeres desempeñan papeles fundamentales en la agricultura sostenible, la seguridad alimentaria y la justicia alimentaria. Aunque es importante resaltar estos roles, en nuestros análisis debemos tener cautela para no generalizar en exceso. Mujeres y hombres suelen trabajar juntos las labores agrícolas y sus papeles pueden ser dinámicos, dependiendo del contexto. Por ejemplo, los agricultores indígenas bribri de Costa Rica frecuentemente trabajan en grupos compuestos por ambos géneros en los huertos caseros y los campos agrícolas (p. ej., Sylvester et al. 2016). Estos grupos mixtos también manejan los huertos caseros en Oaxaca, México (p. ej., Aguilar-Støen et al. 2009). Además, los roles basados en el género pueden cambiar con el tiempo y pueden ser específicos de un contexto. La emigración de varones de Guatemala, por ejemplo, ha incrementado los roles de algunas mujeres rurales en la agricultura comercial (BM 2015), un fenómeno denominado feminización de la agricultura (De Schutter 2013). A medida que cambia la presión mundial sobre la agricultura, sobre todo en países con una creciente clase media (Delgado 2003), se vuelve cada vez más importante comprender las funciones dinámicas de las mujeres. Por último, estas no constituyen un grupo homogéneo; sus roles en la conservación de la agrobiodiversidad, los huertos caseros, la adaptación al clima, la agricultura comercial y la justicia alimentaria dependen de diferencias individuales (p. ej., etapa de la vida, nacionalidad, grupo étnico, historias individuales, afinidades y oportunidades).

II. Desafíos singulares que enfrentan las mujeres
Se deben conocer las diferentes necesidades de las mujeres en la agricultura para crear iniciativas exitosas de desarrollo sostenible. Como lo afirman Doss et al. (2018), “el solo hecho de tener datos sobre el trabajo de las mujeres en la agricultura no nos indica cómo incrementar la seguridad alimentaria o fortalecer los medios de vida rurales (p. 71)”. Se requiere trabajar con hombres y mujeres para enterarnos de sus desafíos singulares y de lo que necesitan para superarlos.

Un área clave del diálogo es la carga triple de las mujeres, que está constituida por 1) el trabajo fuera del hogar o las labores agrícolas, 2) el mantenimiento del hogar y 3) el cuido de los hijos.

Un área clave del diálogo es la carga triple de las mujeres, que está constituida por 1) el trabajo fuera del hogar o las labores agrícolas, 2) el mantenimiento del hogar y 3) el cuido de los hijos. La investigadora Clara Ramin compartió con nosotros un día en la vida de una agricultora en la comunidad Longo Maï, Costa Rica. Muchas de ellas suelen iniciar su día muy temprano, a las cuatro de la mañana, preparan la casa y los alimentos en la etapa agrícola anterior a la cosecha y no descansan después de trabajar en los campos agrícolas debido a sus actividades de mantenimiento del hogar y/o atención a los hijos (comunicación personal). Lo que Clara describe no sucede solo en Longo Maï. Sylvester y García (2018) describen tareas diarias similares que ocupan el tiempo de las mujeres en el territorio bribri de Talamanca, Costa Rica, en donde se levantan a las tres de la mañana para encender el fuego y prepararse para las labores agrícolas. Trabajan en los campos durante la mañana, vuelven para cocinar el almuerzo y después pasan la tarde trabajando en otras tareas, tales como secar semillas y moler maíz, cacao o café. A continuación, discutimos las directrices para minimizar la carga sobre las mujeres por medio de intervenciones en la agricultura, así como la forma de apoyar más eficazmente sus aspiraciones y necesidades de desarrollo.

III. Directrices para tomar medidas destinadas a apoyar más eficazmente a las mujeres en la agricultura

1) Concebir la agricultura como un proceso de varias etapas. Con el objeto de representar de forma precisa los conocimientos, las destrezas, el protagonismo y los desafíos de las mujeres, es fundamental conceptualizar la agricultura como un proceso de varias etapas. Aunque un grupo creciente de publicaciones detallan las dimensiones de género en las diferentes etapas de la agricultura, se ha hecho más hincapié en las etapas de trabajo agrícola y cosecha de alimentos. Sylvester et al. (2016) describen cómo la agricultura de los indígenas bribrí comienza en una etapa previa a la cosecha, es decir, cuando las mujeres y los hombres se preparan para el día en el campo cocinando y alistando los machetes y las herramientas, esta última actividad, efectuada por ambos géneros. De igual forma, la agricultura no se detiene después de finalizar las tareas del campo; por el contrario, las mujeres se dedican a muchas actividades de procesamiento de los alimentos luego de trabajar en los campos, tales como procesar y preparar alimentos antes de su consumo o venta. Por eso, para conocer la contribución plena de los hombres y las mujeres a la agricultura y la seguridad alimentaria, los análisis deben abarcar todas las actividades que posibilitan la agricultura, entre las cuales se encuentran: prepararse antes de la cosecha, preparar el campo, sembrar, ocuparse de los campos agrícolas y desmalezarlos, y cosechar, procesar, preparar, comercializar, compartir y vender los productos.

Practicar una metodología sensible al género significa ser sensible a las diferentes realidades sociales y económicas de los hombres y las mujeres y ajustar nuestro programa como corresponda.

2) Practicar metodologías sensibles al género y a la cultura. Practicar una metodología sensible al género significa ser sensible a las diferentes realidades sociales y económicas de los hombres y las mujeres y ajustar nuestro programa como corresponda. A fin de conocer estas realidades, debemos conversar con los agricultores y participar en sus rutinas diarias. Mientras trabajaba con las mujeres bribrí en Costa Rica, la autora primaria Sylvester descubrió que las investigaciones y las intervenciones anteriores eran extractivas y aumentaban la carga de trabajo de las mujeres. Durante las intervenciones, estas tenían que cocinar para los foráneos, lavarles la ropa, responder sus preguntas y orientarlos con respecto a las costumbres comunitarias. Además, las mujeres explicaron que los forasteros raras veces seguían los horarios locales, lo que significa que las mujeres tenían que esperar en la casa a que los foráneos se despertaran, alrededor de las siete u ocho de la mañana, para prepararles la comida y orientarlos en su trabajo. El hecho de que los forasteros no comprendan los horarios de las mujeres puede constituir un inconveniente considerable porque las mujeres se levantan alrededor de las tres de la mañana y a las seis ya están fuera de la casa trabajando en los campos. Por consiguiente, los foráneos no solo han incrementado la carga de trabajo de las mujeres, sino también han afectado su trabajo remunerado. Para solucionar este problema, las colegas bribri de Sylvester le sugirieron que durante la investigación ella ayudara en las cargas diarias de trabajo (p. ej., trabajar en los campos agrícolas, procesar alimentos, lavar), lo que les brindó tiempo libre para completar las entrevistas mientras Sylvester les ayudaba con el trabajo diario (Sylvester y García 2018). 3) Trabajar con las mujeres para entender sus diferencias. Sin analizar cómo difieren las situaciones de las mujeres y los hombres, corremos el riesgo de simplificar la dinámica de nuestros sistemas agrícolas y alimentarios. Al reconocer la variabilidad de las mujeres podemos identificar los factores específicos que fomentan u obstaculizan la tenencia de la tierra, el acceso a los recursos y otros aspectos que fortalecen la seguridad alimentaria (Doss et al. 2018). Conocer los factores específicos de un lugar nos ayudará a dirigir mejor nuestras iniciativas de desarrollo. 4) Documentar la cooperación entre hombres y mujeres. Muchas tareas agrícolas son colaboraciones entre los integrantes de ambos géneros, por lo que un análisis así de detallado resulta clave para representar con precisión a los hombres y las mujeres (Sylvester et al. 2016). Si bien se informa que en América Latina los huertos caseros son manejados comúnmente por mujeres (Howard 2006), algunos casos muestran que estos son espacios en los que participan ambos géneros (p. ej., Aguilar-Støen et al. 2009). Sin tener un panorama completo de la cooperación entre hombres y mujeres, podemos experimentar resultados imprevistos de las intervenciones. Primero, podemos representar erróneamente los conocimientos clave de las mujeres y los hombres (p. ej., hombres como hortelanos caseros o mujeres como trabajadoras migrantes). Segundo, si solamente documentamos las diferencias con base en el género, podemos crear grandes generalizaciones, p. ej., afirmar que las mujeres son las únicas líderes en la conservación de la agrobiodiversidad o en las prácticas de adaptación al clima. Tales simplificaciones han dado como resultado que las mujeres sean las destinatarias únicamente de las iniciativas de agricultura sostenible o de resiliencia al clima, una práctica que posteriormente puede aumentarles sus ya pesadas cargas de trabajo (Doss et al. 2018). 5) Trabajar con los hombres. Los problemas de las mujeres no existen en el vacío; están vinculados con las redes más amplias de poder dentro de los hogares, las comunidades y las sociedades que involucran a los hombres. Por eso, brindarles un mayor respaldo significa trabajar con los hombres. Los especialistas en el campo más amplio del género y el desarrollo han documentado cómo el trabajo con los hombres puede beneficiar enormemente los objetivos de la igualdad de género (p. ej., Sweetman 2013). Un mayor intercambio de información con el campo del desarrollo puede ayudar a facilitar hojas de ruta para que los especialistas y los profesionales en la agricultura trabajen con los hombres. Sweetman (2013) sugiere tres áreas clave para abordar algunos de los principales impulsores de la desigualdad: 1) trabajar en las masculinidades violentas como parte de los proyectos de empoderamiento de la mujer, 2) apoyar a los hombres para que sean maridos y padres responsables y 3) trabajar con los adolescentes. Estas tres áreas se deben valorar como prioridades de igual importancia en la labor de extensión agrícola, apoyando el acceso de las mujeres a la agrobiodiversidad, los cultivos resilientes al clima, la educación, la tecnología y la tierra. 6) Respaldar los derechos de las mujeres. Muchos trabajadores agrícolas migrantes en América Latina son indocumentados; esto significa que las mujeres pueden verse obligadas a aceptar trabajos que los ciudadanos o los migrantes documentados rechazan y que estas mujeres indocumentadas quizá no sean remuneradas equitativamente por su trabajo. Puede que las mujeres sean registradas como ayudantes de sus homólogos masculinos y por eso ganan menos, aunque su trabajo agrícola sea igual al de los hombres (Fleury 2016). En estos casos es esencial que los investigadores y los profesionales trabajen en la recopilación de datos y/o en las intervenciones que destaquen las áreas en donde aún no se respetan los derechos humanos de las mujeres. Una serie de convenciones sobre derechos humanos son directamente pertinentes al trabajo de las mujeres en la agricultura, entre ellos: 1) La Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW 1979) y 2) la Convención sobre la protección de los derechos de todos los trabajadores migrantes y de sus familiares (ICRMW 1990, ONU Mujeres 2015).

La mujer es fundamental para la agricultura, la seguridad alimentaria y la justicia social de América Latina.

Conclusión

La mujer es fundamental para la agricultura, la seguridad alimentaria y la justicia social de América Latina. Reseñamos algunos de sus muchos roles en la conservación de semillas, huertos caseros, adaptación al clima, agricultura comercial y protagonismo ambiental. Resaltamos la triple carga como uno de los desafíos singulares que experimentan las mujeres en la agricultura. Por último, esbozamos seis directrices para tomar medidas destinadas a: 1) apoyar mejor a las mujeres en la agricultura, 2) trabajar en pro del objetivo de la Agenda 2030 de no dejar a nadie atrás y 3) asegurarse de que los proyectos dirigidos a la mujer reduzcan, en vez de reforzar, las desigualdades existentes.

Referencias

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Francisco Rojas • Del conocimiento a la acción: Apoyo a la mujer en la agricultura de América Latina Francisco Rojas

Rector de la Universidad para la Paz, Ciudad Colón, San José, Costa Rica

Olivia Sylvester

Investigadora Universidad para la Paz, Ciudad Colón, San José, Costa Rica

Yasmeen Zahar

Investigadora Universidad para la Paz, Ciudad Colón, San José, Costa Rica