Sección 2

Datos que gritan la realidad

Mujer rural: la necesidad de un modelo de desarrollo con mirada diferenciada

No entender las necesidades de las mujeres rurales ni el papel que juegan en la economía familiar lleva a cometer errores a los tomadores de decisiones

Cuando nos acercamos al tema de la mujer rural en Guatemala, no podemos olvidar que los niveles de discriminación e invisibilización de las mismas, alcanzan la cota más alta por tres factores: ser mujeres, ser pobres y ser indígenas. El no entender sus necesidades y situación, y sobre todo, el papel que juegan en el ámbito de la economía familiar, lleva a cometer errores a los tomadores de decisiones, no sólo en materia de política pública, sino lo más grave, en programas de desarrollo del agro, de la economía y de seguridad alimentaria.

Con los flujos de migración continuada de campesinos productores -efecto de la inequidad y ausencia de políticas de inversión y apoyo crediticio-, cada vez encontramos más mujeres a cargo de la unidad productiva rural. En su momento los servicios de extensión agrícola no fueron capaces de entender la urgencia de apoyar y tecnificar a las mujeres que se quedaron a cargo de las parcelas, con los consecuentes efectos en la calidad de los productos para el consumo. Esta situación ha ido cambiando en algunos países, pero frente a la falta de herramientas y conocimiento de la producción agrícola en la economía campesina, sumado a la recepción de las remesas enviadas por los migrantes en Estados Unidos, lo que se ha originado no es, sino un abandono paulatino de la tierra y por ende, el impacto que este proceso tiene en la economía nacional.

El crecimiento de las remesas provenientes de Estados Unidos impulsó la tendencia de incorporar a la mujer cabeza de familia y receptora principal del recurso, al sistema financiero.

En los últimos años, el crecimiento de las remesas provenientes de Estados Unidos impulsó la tendencia de incorporar a la mujer cabeza de familia y receptora principal del recurso, al sistema financiero. Esta dinámica también se vio reforzada por los programas de transferencias condicionadas que se establecieron en varios países de la región. Según la encuesta de 2016 de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), el 55 % (3 417 413 millones de personas) de los beneficiarios de las remesas provenientes de Estados Unidos, son mujeres. El 25 % del total de beneficiarios de remesas son jefes de hogar, de los cuales, las mujeres representan el 41.4 %. Según este informe, mientras que a nivel nacional la mujeres que encabezan una familia representan un poco más del 22 %, en el caso de los beneficiarios de remesas duplican esa cantidad, lo cual “significa que las mujeres -que tienen a su pareja en el exterior- asumen roles, toman decisiones en los hogares y participan en actividades de la comunidad junto a la responsabilidad del cuido y educación de las hijas e hijos.” (OIM, 2016:23). El 50.5 % de los beneficiarios de las remesas radica en áreas rurales.

Estos datos, refuerzan la importancia de establecer estrategias para lograr una participación de la mujer, que no se quede únicamente en un papel pasivo como receptora de los recursos provenientes del exterior, sino que pueda ejercer un rol activo a través de esa creciente incidencia que está adquiriendo en las economías locales y nacionales.

Sin embargo, en un país con altos niveles de discriminación hacia la mujer en general y hacia la mujer rural e indígena particularmente marcada, la tarea de generar acciones que tengan un carácter integral no parece fácil. El peso que las remesas tienen sobre las economías locales las hace un blanco atractivo de diferentes entidades y mecanismos financieros -la mayoría no bancarios-, para la colocación de créditos informales que terminan ahogando a las mujeres con tasas abusivas sobre los préstamos o con eternos plazos en la compra de bienes de consumo.

El desafío entonces, en un contexto de ausencia de políticas de inversión en la economía campesina, en un modelo de desarrollo que tiene como consecuencia inmediata los altos niveles de exclusión social y cultural de la mayor parte de la población, la construcción de alternativas reales y prácticas para incorporar a la mujer a los procesos económicos y de desarrollo en condiciones de dignidad y crecimiento personal y familiar, parece casi imposible. Sobre todo porque es necesario conjugar un esfuerzo interdisciplinario proveniente de diferentes ámbitos para lograr esa integralidad en contextos no siempre favorables. Tres son las áreas en las que me parece más urgente intervenir y en las que, a través de ejemplos provenientes de la práctica, podemos decir que son factibles de alcanzar.

1. Educación financiera para el cambio
Dada la apreciación de la mujer rural como recipiendaria de remesas del exterior, por una parte, y por otra, la incursión creciente de la mujer en la economía local, cada vez más empresas que ofrecen crédito fácil han proliferado en las poblaciones endeudando y aprovechándose de las mujeres, por su escasa formación financiera. A veces el hecho que las mujeres rurales sean monolingües y pobres hace que no sean sujetas de programas educativos en esta materia, enfocándose estos en un rango superior, tanto educativo como de recursos a partir de los cuales puede ser sujeta de crédito.

Como ejemplo de que esta visión tradicional de los programas no es correcta, desde 2010, en el Instituto de Enseñanza para el Desarrollo Sostenible (IEPADES) hemos venido trabajando con mujeres rurales, indígenas y extrema pobreza en fortalecer las capacidades para el ahorro y el préstamo comunitarios. A partir de la metodología de “Saving for Change” hemos ido construyendo desde un enfoque integral, un nuevo proceso no solo de fortalecimiento de los grupos de mujeres para saber manejar sus ahorros, sino que a través de una formación como líderes en sus comunidades, se han convertido en verdaderas agentes de cambio. En el 2010 la meta que nos pusimos fue de 400 mujeres involucradas en grupos de ahorro, donde inician con aportes de incluso US$2.00. Este año atendemos más de 13 000 mujeres organizadas en más de 600 grupos que más allá del ahorro, son grupos de incidencia en sus comunidades, participando activamente en la toma de decisiones locales, muchas de ellas a través de redes que han establecido para ser más eficientes. Cada socia maneja un ahorro acumulado de aproximadamente US$612.00.

Dentro de la metodología que hemos ido construyendo, las mujeres reciben formación para la explotación de huertos familiares (con un enfoque agroecológico y de soberanía y seguridad alimentaria), y/o mejoramiento de su producción artesanal. La búsqueda de mercado a través de la organización de ferias municipales para la venta de productos, en alianza estratégica con las municipalidades, es una forma de poner a las redes en contacto, así como la promoción de encuentros de participantes para intercambio de buenas prácticas. Con la colaboración de otras entidades como la Procuraduría de Derechos Humanos, la Defensoría de la Mujer Indígena, las Oficinas Municipales de la Mujer, y programas de algunos ministerios, se ha fortalecido el liderazgo y crecimiento tanto personal, como de los grupos, y por ende el efecto positivo en las comunidades. Más del 70 % de los ahorros se dedican a préstamos de corto plazo dentro de las socias de los grupos, siendo los recursos destinados a pequeños negocios, educación (sobre todo de las niñas), salud, alimentación y agricultura.

El IEPADES está buscando dar un paso más allá con dos objetivos: bancarizar a la mayor parte de socias tanto por seguridad, como por la integración en el sistema financiero; y encontrar la forma de que los pequeños negocios y las redes puedan convertirse en empresas competitivas.

A partir de esta experiencia, el IEPADES está buscando dar un paso más allá con dos objetivos: bancarizar a la mayor parte de socias tanto por seguridad, como por la integración en el sistema financiero; y encontrar la forma de que los pequeños negocios y las redes puedan convertirse en empresas competitivas que incrementen los recursos y la mejor calidad de vida de las mujeres y sus familias. Para ello es importante conectar tanto con la banca, como con una visión empresarial que parta de la realidad de las mujeres y no solo a través de un enfoque tradicional.

La principal denuncia ante el Ministerio Público en Guatemala es la violencia intrafamiliar. Nuestra institución ha trabajado por años en su prevención. Hemos llegado a la conclusión de que procesos de formación hacia las mujeres en este tema no tienen un efecto integral a menos que las mujeres tengan recursos propios que les den la independencia económica. Y las mujeres lo entienden y se demuestra en el crecimiento exponencial de los grupos.

2. Inclusión financiera/banca de desarrollo
El programa de auto ahorro y sus componentes significa, tal y como se ha planteado, el cambio y crecimiento de la mujer desde lo individual, fortaleciéndose en lo colectivo a través de los grupos. Pero es indudable que para pasar a una segunda etapa de impacto económico, las mujeres necesitan de productos específicos, que entiendan y se construyan desde la necesidad de las mismas usuarias. Desde esta perspectiva podemos mencionar los esfuerzos que desde el Banco de Desarrollo Rural S.A. de Guatemala se hacen para darle contenido y forma a la inclusión financiera.

Quizás una de las innovaciones más importantes en este aspecto sea, en primer lugar, la utilización de la huella dactilar como activador de cualquier servicio bancario, así como la instalación de cajeros automáticos en idiomas mayas a nivel nacional. Estos dos elementos han sido fundamentales para incorporar a la población rural maya al sistema bancario, pero sobre todo ha beneficiado a la mujer rural e indígena. A través de este servicio no sólo puede manejar sus cuentas bancarias, sino también ha sido la base para poder ser receptora tanto de las remesas enviadas desde Estados Unidos, como de las transferencias condicionadas de los programas de gobierno, en su momento.

Por otra parte, el banco ha diseñado productos y servicios financieros hechos a la medida, incorporando valores agregados que fomentan y promueven la salud, la educación financiera de sus familias y su comunidad. Uno de los productos que destaca es el de la “Señora Cuenta”, que incluye a más de un millón ochocientas mil mujeres (con un ahorro promedio de US$283.00 y un monto actual de más de 52 millones y medio de US$), que reciben educación financiera y capacitación técnica para sus negocios. Además, también pueden ser usuarias de un microseguro destinado a la salud preventiva de la mujer. Por otra parte, se impulsa igualmente el modelo Grameen (banco de desarrollo comunitario), que incluye a casi 100 000 mujeres con créditos por más de US$1.5 millones).

El éxito de las modalidades de inclusión financiera establecidas por BANRURAL demuestra la importancia del diseño de productos diferenciados, entendiendo las necesidades y las realidades de las mujeres. El desafío es incorporar a estos productos las claves innovadoras de una empresariedad que lleve a establecer redes de productoras y pequeñas empresarias que puedan alcanzar el éxito en un entorno no siempre fácil para el emprendedor rural.

3. Empresariedad
Los esfuerzos que se reflejan en los ejemplos anteriores nos llevan a plantear el tercer ámbito que es necesario abordar para lograr un impacto integral en el desarrollo de la mujer rural. Se trata de la inversión y fortalecimiento en el aprendizaje para el emprendimiento, como forma de alcanzar niveles de impacto más amplios y definitivos en el crecimiento económico de las mujeres. Sancho (2010:72) afirma, con base en otros autores, que un modelo de trabajo para fortalecer la empresariedad agrícola debe basarse en cuatro pasos consecutivos:

a) La organización de productores;

b) Los servicios de apoyo;

c) La comercialización, el “aprender haciendo”; y

d) El crédito.

Es decir que, en el caso de la mujer rural y con base en las experiencias exitosas, lo que se requiere es una alianza entre actores que puedan establecer una hoja de ruta que incluya estos cuatro elementos dentro del proceso. De hecho, si existe la organización, la educación financiera y el crédito, lo que hace falta es encontrar en conjunto las vías para la comercialización no sólo de los productos, sino previamente, encontrar cuáles son los productos que puedan tener éxito por innovadores y factibles. Para ello, es necesario encontrar las claves diferenciadas que permitan a la mujer desarrollar estrategias desde su propia realidad y en función de sus necesidades y potencialidades, asesorada tanto por una adecuada tecnificación, como por productos financieros a la medida de su entorno y espacio geográfico de interrelación.

Dicho lo anterior, volvemos a uno de los principales factores ausentes en esta dinámica: la existencia de una política pública formulada en forma diferenciada hacia la mujer en general, y hacia la mujer rural especialmente. Políticas que entiendan a la mujer como actora y sujeta del desarrollo y del cambio social. Si de hecho existe la falta de una política hacia el sector del campesinado rural, donde aún la innovación y acceso al crédito es difícil de articular, la atención hacia la mujer rural es inexistente.

La práctica nos demuestra que desde el ahorro y el manejo de la economía familiar, las mujeres son capaces de generar riqueza y cambiar su entorno.

En un mundo tan discriminador como el productivo y rural, la mujer no ha sido identificada como sujeta de desarrollo económico, sino más bien como objeto económico a partir de la recepción de remesas. Así pues, es urgente el desarrollo de una estrategia que entienda y atienda a la mujer rural desde sus propias realidades y necesidades. La práctica nos demuestra que desde el ahorro y el manejo de la economía familiar, las mujeres son capaces de generar riqueza y cambiar su entorno. Lo que hace falta es darle una visión integral a un modelo basado en las especificidades de la mujer rural, brindándole la posibilidad de tener acceso a la formación, a la creación de capacidades empresariales, al crédito y al mercado, donde pueda desarrollar procesos y cadenas productivas a su propia escala, pero que en conjunto puedan generar, igualmente, riqueza colectiva y una calidad de vida digna para ella y su entorno.

Bibliografía

BANRURAL (Banco de Desarrollo Rural). 2017. Memoria de labores 2017. Guatemala. 36 p.

IEPADES (Instituto de Enseñanza para el Desarrollo Sostenible). 2017. Informe del Programa Ahorro y Préstamo Comunitario: microfinanzas rurales manejadas grupalmente por mujeres. Ciudad de Guatemala, Guatemala.

OIM (Organización Internacional de las Migraciones) 2017. Encuesta sobre migración internacional de personas guatemaltecas y remesas 2016. Ciudad de Guatemala, Guatemala. 152 p. Disponible en: http://onu.org.gt/wp-content/uploads/2017/02/Encuesta-sobre-MigraciOn-y-Remesas-Guatemala-2016.pdf

Sancho, F. 2010. La empresariedad agrícola y rural: conceptos para modelar el desarrollo. COMUNIICA. Año 5. Enero-julio. 65-78. Disponible en: http://repiica.iica.int/docs/B2025E/B2025e.PDF

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Carmen Rosa de León-Escribano • Mujer rural: la necesidad de un modelo de desarrollo con mirada diferenciada Carmen Rosa de León-Escribano

Socióloga. Directora Ejecutiva del Instituto de Enseñanza para el Desarrollo Sostenible y representante en el Consejo de Administración del Banco de Desarrollo Rural (BANRURAL), Guatemala