Los derechos a la tierra generan nuevas oportunidades para las mujeres rurales
Las mujeres y las niñas rurales están lejos del interés público y de los medios, pero sus luchas merecen atención urgente
La Sexagésima Segunda Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer (CSW62), celebrada en marzo de 2018, se enfocó en el empoderamiento de las mujeres y las niñas de las zonas rurales, lo que representa un compromiso internacional de hacer frente a algunos de los mayores desafíos de nuestro tiempo: la pobreza, la desigualdad, las formas múltiples e interrelacionadas de discriminación y el fin a la violencia contra las mujeres y las niñas, sin importar dónde o cómo viven, a fin de no excluir a ninguna. Las comunidades rurales y las mujeres y las niñas que habitan o trabajan en ellas suelen estar lejos del centro de atención del público o los medios de comunicación; no obstante, sus luchas deben ser atendidas de inmediato.
Abordar los retos específicos que las mujeres y las niñas rurales enfrentan en toda su diversidad y abrir su vida a las oportunidades que se les presentan implica, en primer lugar y ante todo, hacer más visibles sus necesidades y prioridades. Solo entonces podrán ejercer plenamente sus derechos humanos a una adecuada calidad de vida, a una vida sin violencia ni prácticas nocivas, a la educación y la salud, a la inclusión en cuanto a la salud y los derechos sexuales y reproductivos, a la seguridad alimentaria, a la nutrición, a los bienes de producción y a la tierra.
Los derechos sobre la tierra son clave para lograr la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres en una amplia gama de temas de desarrollo.
De hecho, los derechos sobre la tierra son clave para lograr la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres en una amplia gama de temas de desarrollo. Por medio de sus estrechas interrelaciones, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) reafirman esta conexión con diversos objetivos que se refieren explícitamente a la importancia de asegurar el acceso de los hombres y las mujeres a la tierra, incluidos el objetivo n.o 1, sobre la eliminación de la pobreza; el n.o 2, acerca de la seguridad alimentaria; y el n.o 5, respecto de la igualdad de género. Los derechos sobre la tierra y la igualdad de género guardan relación también con el objetivo n.o 11, acerca de ciudades sostenibles; el n.o 16, relativo a la paz y la justicia; y al n.o 15, sobre la vida en las tierras, que resulta especialmente pertinente en cuanto a los derechos de las mujeres rurales, quienes suelen depender de recursos comunitarios como los bosques para obtener combustible, agua y alimento para sus familias.
En lo que se refiere a los derechos sobre la tierra, a menudo la desigualdad de género se encuentra en su punto más extremo. Mundialmente las mujeres constituyen solo el 13 % de los terratenientes, de acuerdo con la base de datos sobre género y derecho a la tierra de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Asimismo, según el Índice de Género e Instituciones Sociales (SIGI) de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), solo en el 37 % de los 161 países del mundo las mujeres y los hombres tienen los mismos derechos de propiedad, uso y control de las tierras. En el 59 % de esos países, aunque la ley garantiza los mismos derechos para ambos, las prácticas tradicionales y religiosas con frecuencia discriminan a las mujeres y socavan la implementación plena de los códigos legales nacionales. En el 4 % restante, estas no tienen derecho legal a poseer, utilizar o controlar la tierra.
En numerosos contextos las mujeres rurales dependen de recursos comunes como los bosques, el agua y los pastizales comunitarios para obtener los elementos que requieren para la subsistencia de sus familias, como por ejemplo, alimentos, leña y forraje para el ganado. El uso de tales recursos suele ser regulado por una división del trabajo en función del género, en el que las mujeres y las niñas son las principales responsables de obtener el combustible y el agua, procesar y cocinar los alimentos y garantizar la buena nutrición de la familia, un trabajo no remunerado, no reconocido e invaluable.
Cuando las mujeres se dedican a ayudar con la recolección de la leña, el agua y los alimentos, pierden oportunidades únicas de acceso a la educación, un trabajo remunerado y actividades recreativas y de liderazgo.
Cuando las mujeres se dedican a ayudar con la recolección de la leña, el agua y los alimentos, pierden oportunidades únicas de acceso a la educación, un trabajo remunerado y actividades recreativas y de liderazgo. De acuerdo con una investigación efectuada por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), las niñas de cinco a catorce años de edad destinan 550 millones de horas todos los días a realizar las tareas del hogar, es decir, 160 millones de horas más que los niños de esas edades, lo que puede poner en riesgo su asistencia a la escuela y su tiempo disponible para llevar a cabo otras actividades. Cuando los terrenos públicos o comunes se privatizan legal o ilegalmente, o a medida que los recursos escasean como resultado del cambio climático, el tiempo y el esfuerzo dedicados al trabajo asistencial no remunerado se incrementan, así como el riesgo de violencia. Cuanto más largo es el camino para hallar los ya escasos recursos, mayor es la posibilidad de exponerse a la violencia sexual y al agotamiento físico.
A fin de comprender los desafíos que las mujeres enfrentan en las zonas rurales en torno a sus derechos, conviene mirar con detenimiento a los pequeños agricultores. La mayor parte de los 1000 millones de personas de todo el mundo que siguen viviendo en la pobreza se concentra en gran medida en las zonas rurales. Se trata principalmente de productores de pequeña escala o trabajadores agrícolas que laboran en la economía informal y cuentan con escasa protección social. Esto ocurre sobre todo con las agricultoras, quienes, sin disponer de una pensión, un seguro médico o una licencia por enfermedad, quedan expuestas a condiciones laborales inseguras, una seguridad de ingresos precarios y una mayor probabilidad de vivir su vejez en la pobreza. Las productoras hacen frente a muchos de los mismos retos que enfrentan sus colegas masculinos, como obstáculos para acceder a la información, la tecnología, el financiamiento y los mercados; no obstante, tienen aún menos probabilidades de contar con la tierra, el crédito, las herramientas, los datos sobre el tiempo y el clima y otros recursos que requieren; por lo tanto, aunque trabajan tan duro como los hombres, ellas tienden a ser menos productivas.
Los conocimientos de las mujeres sobre las prácticas agrícolas y el uso de la tierra, junto con técnicas de gestión de los recursos naturales, son esenciales para afrontar los inminentes desafíos del clima y la degradación del medio ambiente.
A medida que el cambio climático genera sequías, inundaciones y degradación de las tierras en sus regiones, los riesgos para la seguridad alimentaria y la productividad agrícola se incrementan. Los conocimientos de las mujeres sobre las prácticas agrícolas y el uso de la tierra, junto con técnicas de gestión de los recursos naturales, son esenciales para afrontar los inminentes desafíos del clima y la degradación del medio ambiente.
Para apoyar a las agricultoras debemos conocer más sobre los desafíos que enfrentan. Ello supone recolectar datos desglosados por sexo y con características distintivas con respecto a una variedad de temas y actividades, incluidas las tareas realizadas por hombres y mujeres, las responsabilidades domésticas y la gestión y la gobernanza de la tierra y los recursos. Debemos tener las cifras para comprender y dar visibilidad al problema y a las mujeres y las niñas involucradas. Por ejemplo, en todos los países en desarrollo del mundo hasta el 70 % de la tierra está sin registrar, lo que deja a quienes se ganan la vida labrándola, en particular a las mujeres, vulnerables a situaciones de despojo o desplazamiento mediante la expropiación o la toma indiscriminada de las tierras, con una escasa o nula compensación. En ONU Mujeres estamos comprometidos a recolectar datos acerca de este tipo de dificultades, a fin de abogar para que las mujeres rurales puedan registrar sus tierras y obtener un título de propiedad, independientemente de su estado civil.
Resulta fundamental promover el acceso de las mujeres y las niñas a la justicia y al respaldo legal, ya que sin ellos las mujeres rurales deben enfrentar no solo el desafío que supone el acceso desigual a la tierra, sino también el de la falta de conocimiento sobre sus derechos o los medios para luchar por la tierra de la que dependen y que se les arrebata cuando se divorcian o enviudan. De hecho, en uno de cada cinco países en los que se dispone de datos, las esposas sobrevivientes carecen de los derechos sucesorios de los que gozan los hombres. Incluso donde las leyes toman en cuenta los derechos de las mujeres, se suele requerir un esfuerzo mayor para garantizar que las mujeres están conscientes de sus derechos y son capaces de hacerlos valer.
Las mujeres y las niñas de las zonas rurales están lejos de ser víctimas pasivas de la injusticia.
Sin embargo, pese a dichos retos, las mujeres y las niñas de las zonas rurales están lejos de ser víctimas pasivas de la injusticia. Muchas de ellas han luchado contra desigualdades estructurales y generaciones de patriarcado profundamente arraigado para poder desempeñar un importante papel en el mejoramiento de sus medios de vida y bienestar, así como en la conservación y el uso sostenibles de los recursos. De acuerdo con varias investigaciones, contar con una representación femenina del 25 % al 30 % en las instituciones forestales comunitarias tiene un impacto positivo en las condiciones y la regeneración de los bosques. La participación de las mujeres en la toma de decisiones sobre los recursos naturales crea conciencia acerca de la necesidad de conservar estos recursos entre una sección transversal más amplia de personas, que incluye a los niños, lo que demuestra las posibilidades de transformación que surgen cuando las mujeres participan plena e igualitariamente en las decisiones y los asuntos que las afectan de manera directa, así como a sus familias y comunidades.
Las oportunidades de transformación se abren cuando las mujeres tienen más derechos sobre la tierra, ya que ello contribuye a aumentar su seguridad alimentaria y de ingresos y la de sus familias e impulsa la independencia económica y los medios de vida sostenibles. Cuando las mujeres tienen mayor acceso a las herramientas y los recursos necesarios para alimentar y mantener a sus familias, ello puede ofrecer a las futuras generaciones una menor mortalidad infantil, mayores niveles de educación y salud materna y comunidades más fuertes y resilientes.
En Pakistán, ONU Mujeres colaboró con sus socios locales Baanhn Beli y la Fundación Gorakh para brindar apoyo a mil agricultoras en situaciones de vulnerabilidad, a fin de que adquirieran derechos de tenencia de tierras de los terratenientes feudales. La seguridad de tenencia de tierras constituye un activo esencial para las mujeres que carecen de ellas. Antes de convertirse en arrendatarias con cierta seguridad de tenencia, eran incapaces de efectuar planes de largo plazo y de invertir en la agricultura, protegerse de los desastres naturales y de mejorar su calidad de vida. En muchos casos estas mujeres se vieron forzadas a dejar sus tierras durante la temporada de cosecha y, en ausencia de acuerdos escritos formales, sufrieron grandes pérdidas y traumas. Por medio de actividades de capacitación y tutorías fueron capaces de elaborar contratos de arrendamiento y mapas de tenencia de tierras y de negociar con los hombres que poseen las tierras.
La Organización para el Desarrollo de la Mujer Masái de ONU Mujeres, establecida en Tanzania, ha empoderado a cientos de mujeres masái para que adquieran tierras, encuentren empleos adicionales y diversifiquen sus actividades económicas para aumentar los ingresos de sus familias. Mama Neema Olenriya, de 42 años, quien funge como presidenta del consejo de la aldea, se refirió a su lucha de 20 años para adquirir tierras: “durante generaciones solo a los hombres se les permitía poseer y heredar tierras, por lo que estos se cuestionan si las mujeres son aptas para ser terratenientes. Pero también soy masái, por lo que puedo luchar por mis derechos”. Junto con otras mujeres de la aldea, ella recibió capacitación sobre derechos a la tierra y la propiedad y adquirió la confianza y los conocimientos necesarios para exigir a las autoridades la asignación de terrenos a las mujeres.
La propiedad de la tierra sigue siendo un asunto clave para las mujeres rurales de El Salvador. Durante los últimos cuatro decenios, se ha intentado revertir la históricamente desigual distribución de la tierra mediante reformas agrarias; no obstante, el avance ha sido lento y las reformas se han orientado principalmente a los hombres jefes de hogar. Las mujeres, que son más del 50 % de la población, constituyen solo el 11 % de los agricultores del país. La cooperativa Mujeres en Acción es uno de los 26 grupos de mujeres de El Salvador a los que ONU Mujeres ha brindado respaldo, junto con el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) y Ciudad Mujer, una iniciativa gubernamental que apoya el emprendedurismo femenino. Debido a que ninguna de las mujeres miembros de Mujeres en Acción poseían tierras, buscaron un terreno y los abogados de Ciudad Mujer las ayudaron a garantizar un arrendamiento de largo plazo. Mujeres en Acción produce suficientes tomates, pimientos y berenjenas para su propio uso y para la venta. La cooperativa espera obtener ingresos que les permitan asegurar el futuro de sus familias. Tal como lo afirma Mercedes García, una de sus miembros, “ahorraré para apoyar a mi hija, a fin de que pueda terminar la secundaria y asistir a la universidad, algo que yo no era capaz de hacer”.
El cambio se está produciendo, pero no con la suficiente rapidez o amplitud.
Por consiguiente, el cambio se está produciendo, pero no con la suficiente rapidez o amplitud.
Es imperativo que los gobiernos aborden las leyes discriminatorias que impiden a las mujeres disfrutar un acceso igualitario y seguro a la propiedad y al uso de la tierra. En todo el mundo 102 países aplican leyes o prácticas consuetudinarias que niegan a las mujeres el acceso igualitario a la tierra.
En las conclusiones acordadas durante la CSW62 con respecto al tema prioritario de 2018 “desafíos y oportunidades en el logro de la igualdad entre los géneros y el empoderamiento de las mujeres y las niñas rurales”, los estados miembros recomendaron que los países promulgaran una legislación y emprendieran reformas para que las mujeres y los hombres y, cuando corresponda, las niñas y los niños, tengan iguales derechos a los recursos naturales, incluido el acceso a la tierra y su uso, propiedad y control, y derechos de propiedad y herencia, tomando en cuenta los diversos tipos de tenencia de la tierra y posibilitando el acceso igualitario a la justicia y la asistencia legal para ejercer tales derechos. Además, los países deben promover la obtención por parte de las mujeres del registro de sus tierras y de títulos de propiedad, independientemente de su estado civil, así como abordar prácticas y estereotipos que socavan sus derechos sobre la tierra, incluso en el contexto de sistemas tradicionales y consuetudinarios, que suelen regir su gestión y transferencia en las zonas rurales.
La reciente publicación acerca de los derechos de las mujeres sobre la tierra, realizada por ONU Mujeres de manera conjunta con el Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (ONU Hábitat), e intitulada Pathways for Secure & Equal Land Tenure for Women, puede constituir un valioso recurso en apoyo a los esfuerzos de las organizaciones de desarrollo, los gobiernos, la sociedad civil y las instituciones académicas y de investigación para superar los obstáculos que impiden a las mujeres rurales ejercer sus derechos sobre la tierra y participar plenamente en la sociedad. Además, consolida la investigación y el conocimiento global en la materia y establece un marco para el análisis, a través de la creación de perfiles de tenencia de tierras que consideran las cuestiones de género y las múltiples e interrelacionadas identidades de las mujeres. Puede emplearse también para desarrollar herramientas sólidas e innovadoras que den respuestas adaptadas a las necesidades de las mujeres y las niñas.
Solo nos queda algo más que un decenio para lograr los ODS. Todos los países del mundo se han comprometido a cumplir la Agenda 2030; sin embargo, sabemos que alcanzar sus objetivos y lograr que las mujeres y las niñas rurales hagan valer sus derechos humanos requiere un compromiso renovado con esta tarea y un mayor financiamiento, que va de la mano con él.
Así como una cosecha exitosa depende del resultado favorable de una combinación de factores interdependientes como la calidad del suelo, las semillas, el agua, las condiciones del tiempo y las herramientas, alcanzar la igualdad de género está condicionado por la garantía de que las mujeres gozan de los mismos derechos que los hombres en todos los ámbitos. El momento de apoyar a las mujeres y las niñas rurales y de tomar medidas es ahora. Las semillas que se plantan hoy pueden dar fruto a las futuras generaciones.